Como es de público conocimiento el 9 de abril el príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, murió en el Castillo de Windsor. El equipo de Translatios consideró oportuno dedicar este espacio al consorte monárquico más longevo de la Corona Británica.
Es bien sabido que el príncipe Felipe tenía una propensión a mostrarse poco respetuoso de lo políticamente correcto. En 1953, en medio del silencio durante la coronación de la reina Isabel II en la Abadía de Westminster, Felipe Mountbatten, duque de Edimburgo, de 31 años, se quitó la pequeña corona que llevaba, se arrodilló a los pies de la joven con la que se había casado seis años antes y prestó juramento de fidelidad. “Yo, Felipe, duque de Edimburgo, me hago vuestro vasallo en cuerpo y alma y del culto terrenal… con la ayuda de Dios”.
Que Felipe mantuviera ese juramento durante los siguientes 68 años es un milagro no solo de la monarquía moderna, sino también del matrimonio moderno. No obstante, desde el comienzo fue un matrimonio por amor, como en el año 1946 Felipe le dijo en una carta a la reina, él se enamoró de ella “por completo y sin reservas”.
Fueron más de 70 años los que Felipe vivió junto a la reina Isabel II. Estuvo siempre a la sombra de su esposa, con absoluta lealtad. Según admitió, le hicieron falta años de aprendizaje para encontrar su lugar dos pasos detrás de Isabel II y en el corazón de los británicos, pero luego logró un alto índice de popularidad, al igual que su esposa. El desarraigado pasado real de Felipe reforzó la convicción de que la supervivencia de la monarquía se basa en el compromiso con el deber y está limitada por él.
En 2017 se retiró de las actividades públicas tras haber participado en más de 22.000 actos oficiales, pero su principal valor fue –según cuentan secretarios privados de la monarca- ser el único hombre del mundo en tratar a la reina como un ser humano, de igual a igual.
Pero como todos sabemos, la vida de las familias reales no es solo confort y lujos, también cumplen con estrictos protocolos –de algún modo impensados para nosotros los latinos -. El rango de monarca de Inglaterra entraña ciertas conductas que no aplican para los demás mortales. La sobriedad, la discreción y el autocontrol son obligatorias ante el público. Los Windsor se han caracterizado por tener esa conducta desde sus orígenes. El ejemplo más impactante de esos protocolos reales lo pudo ver el mundo cuando sus nietos William y Harry, con apenas 9 y 7 años, tuvieron que caminar detrás del ataúd de su mamá recién fallecida sin derramar una lágrima. Esta vez fue la Reina Isabel quien en el momento más triste de su vida -la despedida de su amado esposo el duque de Edimburgo- no pudo obviar las normas y protocolos y llorarlo libremente.
Un adiós silencioso y por demás protocolar de la Reina Isabel II al gran amor de su vida.
El equipo de Translatios